Crisis de la mediana edad
Un periodo de duda, pérdida y deseo de reinvención que nos enfrenta cara a cara con lo que fuimos… y con lo que aún podemos ser.
REFLEXIÓN DE LA VIDA
La crisis de la mediana edad es un periodo de cuestionamiento personal que suele ocurrir entre los 40 y 50 años de edad. Y es que llega un punto en que nos preguntamos: ¿Qué he hecho de mi vida? ¿Esto quiero seguir siendo el resto de mi existencia? Entonces comienza la insatisfacción, a sabiendas de que la juventud se ha ido.
Esta crisis conlleva varios síntomas: puede haber decaimiento, cambios en la vida familiar y profesional, depresión, angustia y ansiedad. Hay quienes se compran una Harley, pero también hay quienes no pueden levantarse de la cama, pensando que ya son demasiado viejos para cambiar y construir un futuro diferente. Comienzan a inquietarnos nuestras nuevas limitaciones físicas y los sueños y objetivos no cumplidos. Puede haber arrepentimiento por la trayectoria laboral: porque no fui científico, porque no fui futbolista, porque debí ser esto o lo otro, porque me encuentro encasillado en una vida que no decidí, y el estrés comienza a matarme debido a las malas decisiones. Hay arrepentimientos y una profunda tristeza; quienes pasan por esta crisis suelen estar a disgusto con su rutina diaria y tienden a ignorar los aspectos positivos de su vida actual.
Es una crisis, solo eso: una etapa en la que nos cuestionamos nuestra existencia y miramos un futuro poco prometedor. Como cualquier crisis, suele ser pasajera. Sin embargo, también puede ocurrir que se convierta en un obstáculo en nuestra vida diaria, que derive en una depresión profunda y nos lleve a tomar decisiones arrebatadas en aras de retomar nuestra juventud tal como la recordamos. La gravedad de los síntomas puede variar de persona a persona, e incluso estar determinada por el género. Los objetivos no cumplidos suelen ser distintos entre hombres y mujeres, a veces más enfocados en lo económico, la vida en pareja, lo familiar, los hijos… todo lo que pude hacer y no hice.
Entonces se requiere ayuda profesional: rebuscar entre los pensamientos, las ideas de lo que debí ser y no soy. ¿De dónde surge la idea de que debí ser eso? ¿De dónde surge la idea de que ya estoy viejo, de que el futuro se ve ensombrecido? ¿Cómo puedo aterrizarme en mi presente y mirar las cosas que sí he logrado? Suena sencillo, pero es un trabajo arduo. La gente, en el consultorio, a sus más de 40 años, se da cuenta de que no se conoce, de que tiene muchos pensamientos irracionales que desconocía, de que la vida es lo que es, y que, aun con la Harley o el convertible o el bótox o la crema antiedad, seguirán envejeciendo en el transcurso natural de la vida.
Es una crisis pasajera, es cierto, pero cada quien la vive de manera diferente: algunos se divierten, otros la sufren. No hay nada de malo en dar un giro completo a tu vida a cualquier edad, pero no se deben tomar decisiones en medio de ninguna crisis. Se debe negociar con nuestro ego, clarificar nuestro autoconcepto y establecer nuevas reglas de convivencia con el dolor de rodilla.